¿Cuántas veces he esperado sentado junto a la fuente, escuchando el murmullo del agua al caer, con los ojos cerrados y con la cara vuelta al sol para sentir su calor, al tiempo que la suave brisa me acaricia.
Y oigo unos pasos que se acercan poco a poco, los reconozco de inmediato, abro los ojos y echo a correr por el laberinto de calles estrechas, sin rumbo, sin pensar hacia donde girar; y vosotros detrás de mí, saltando y riendo, hasta que lográis alcanzarme y me retenéis aunque me resista.
Y terminamos paseando tranquilamente, deteniéndonos a admirar los detalles, el sutil aroma de las flores, el color intenso de las frutas de los árboles. Porque, a veces también hay que vivir la vida despacio.
Fotografía: Ana Gallego
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