Texto de D. Rafael Carmona Avila (Arqueólogo Municipal) de fecha 22 de julio de 2015.
Recuperación del aljibe calatravo del Castillo de Priego tras siglos de abandono
Con la entrega hace unos días de la memoria preceptiva en la Delegación Territorial de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, se ha dado por finalizada la fase de trabajo de campo de la limpieza, desescombro y excavación arqueológica de uno de los espacios más singulares del castillo de Priego, el aljibe construido por la Orden de Calatrava en algún momento entre 1246 y 1327. Los trabajos se han prolongado durante seis meses y se han financiado con fondos gestionados por la Junta de Andalucía gracias a los contratos de peones, oficial y licenciado en humanidades (Emilio Carrillo Aguilera) realizados a través del programa Emplea Joven. La intervención ha sido dirigida por el Servicio Municipal de Arqueología (Museo Histórico Municipal).
En 1997 el aljibe calatravo del castillo de Priego solo era conocido por una referencia realizada en un plano de 1870 conservado en el Archivo Ducal de Medinaceli, donde se coloca una equis en un punto aproximado donde se creía la existencia de un aljibe y un pozo, “pero no reconocido esto con exactitud”. Gracias a este documento, en la campaña arqueológica de 1998 pudo localizarse la estructura hidráulica, exhumando entonces una de las esquinas exteriores del aljibe, al que se consigue acceder gracias a una rotura en su bóveda. El interior se mostraba totalmente colmatado de tierras, basura y escombros contemporáneos que llegaban a techo, es decir, que llenaban el interior hasta la bóveda. Aunque estos depósitos no tenían interés arqueológico, era presumible que en los estratos inferiores pudieran documentarse sedimentos más antiguos, aunque teniendo presente que durante la Edad Media habría funcionado siempre como aljibe y que todos los rellenos de su interior deberían haberse arrojado a partir de un momento postmedieval. El objetivo de la actuación, no obstante, era liberar el espacio interior del aljibe para posibilitar su estudio científico y permitir su puesta en valor a través de su visita como hito fundamental en cualquier fortificación medieval.
Una vez culminados los trabajos, los resultados podemos agruparlos en tres ámbitos diferentes: la descripción del aljibe medieval, la evolución de su funcionalidad y las características de los sedimentos que rellenaban su interior.
El aljibe es espectacular por sus dimensiones y buen estado de conservación. Presenta una planta rectangular cubierta con bóveda de cañón. Las medidas interiores finales arrojan una longitud media de 10,69 m y un ancho de 5,82 m (62,21 m2), mientras que la profundidad o altura total interior alcanza los 5,70-5,80 m. La obra está construida con mampostería (vaso y arranque de la bóveda) y ladrillo (parte superior de la rosca de la bóveda) y las dos terceras partes de su alzado estaban soterradas. Se ha localizado, así mismo, uno de los puntos de entrada de agua, que recogía el aporte de lluvia de la plataforma superior exterior del aljibe y, quizás, de otros edificios próximos. También se ha identificado el lugar donde se ubicó el pozo medieval, no conservado, para la extracción de la aguada y dos sumideros para la evacuación del excedente.
Ya hemos señalado que el aljibe fue construido en un momento indeterminado entre 1246, año en que Fernando III otorga Priego a la Orden de Calatrava como señorío, y 1327, cuando la plaza se pierde para el lado cristiano y pasa a integrarse en el reino nazarí de Granada. Su uso como depósito de agua se mantuvo durante toda la Edad Media restante, o al menos no tenemos constancia documental o arqueológica de que fuera de otro modo. Sin embargo, tras la caída de Granada en 1492 y la creación del Marquesado de Priego en 1501, la puesta en explotación agrícola de un territorio definitivamente pacificado y sin cultivar desde hacía más de un siglo, obligaba a la búsqueda de espacios que solucionaran la necesidad de almacenamiento de excedentes y rentas, entre las que el cereal tenía un valor predominante. Por ello el aljibe cambió de función y se adaptó para ser usado como granero, misión que cumplió durante los siglos XVI y XVII. Por último, entre finales del siglo XVII y principios del siguiente, el aljibe se convierte en una escombrera, uso que mantendrá, con alguna intermitencia, hasta el siglo XX, al que se le sumará el de pozo de aguas residuales.
La cultura material recuperada durante el desescombro del aljibe es de un interés muy desigual. Es muy bajo para los que hemos denominado Periodos II y III por ser de cronología contemporánea (siglos XIX y XX), pero esta valoración negativa debe modificarse al diagnosticar la asociada al Periodo I (siglos XVI y XVII con elementos residuales medievales). Sus escombros proceden de la ruina o desmantelamiento parcial de edificios de distinta clase y cronología, algunos reconocibles y otros anónimos a falta de una singularidad que los haga diagnosticables. Igual ocurre con la cultura material asociada, ya que nos encontramos ante depósitos secundarios, hecho que dificulta de nuevo la interpretación de los contextos originales de los que proceden que, además, no tiene porqué coincidir con la de los elementos arquitectónicos residuales asociados.
Limitándonos al Periodo I, exponemos una relación muy sucinta de lo recuperado, que está actualmente en fase estudio:
Elementos arquitectónicos: mampuestos y sillares procedentes de obras medievales del castillo, molduras de estilo gótico talladas en arenisca.
Cerámica: Entre los fragmentos de cerámica recuperados destacan por su representatividad aquellos vidriados en azul y blanco destinados al servicio de mesa y que fueron manufacturados en talleres de Talavera de la Reina (Toledo), Granada o Sevilla, todos ellos influenciados por la tradición mudéjar peninsular o por los nuevos gustos impuestos por las importaciones de porcelana china de la dinastía Ming. En este conjunto reseñamos algún fragmento de cerámica de importación, de procedencia italiana (¿de Faenza?), significativa de su empleo por la aristocracia local y la participación de la población prieguense de las corrientes comerciales mediterráneas. Contamos también con un registro singular cerámico representado por azulejos (de arista y cuerda seca total), silbatos, fichas de juego o lápidas funerarias, todo ello fragmentado, salvo excepciones.
Arqueología de la muerte: Uno de los registros más singulares de la excavación del interior del aljibe ha sido la documentación de una serie de unidades estratigráficas cuyo contenido está sin duda relacionado con la muerte, con numerosos restos óseos humanos fragmentados y sin conexión anatómica acompañados por una miscelánea de objetos que podemos entender como propios de un ajuar o contexto funerarios: alfileres para cerrar las mortajas, fragmentos de tela, botones, talismanes (mano de azabache, colgante de nácar, campanillas de bronce…), pequeños clavos con cabeza plana de aleación de cobre para decorar ataúdes, restos de joyas, apliques de hilos fitomorfos metálicos, cuentas de collar, cuentas de rosario o fragmentos de lápidas funerarias en piedra y en cerámica vidriada. Muchos de estos elementos se corresponden con un estatus social elevado. La formación de este registro hubo de producirse en alguna iglesia cercana, quizás la desaparecida de Santiago, que se ubicada en las proximidades del castillo. En Priego, hasta el siglo XIX todos los enterramientos se realizaron en las iglesias y espacios anexos.
Numismática: La totalidad de las monedas recuperadas durante el desescombro (13) lo han sido en la estratigrafía asociada al Periodo I. El paréntesis cronológico de este conjunto numismático se sitúa entre finales del siglo XV y mediados del siglo XVII o, concretando por reinados, contamos con acuñaciones de Enrique IV, Reyes Católicos, Felipe II y Felipe III/IV.
Armas: Se han recuperado 20 bolaños de catapulta medieval de contrapeso (trabuco) y uno de artillería de pólvora. También varios fragmentos de armadura de placas y dos cércoles o anillos de cañón de hierro.
Heráldica: Uno de los hallazgos individualizados más destacados del Periodo I es un monolito (47 cm x 31 cm conservados) con un triple escudo heráldico barroco tallado en “mármol” rojo con las armas de los apellidos Fernández de Córdoba (en campo de oro tres fajas de gules, repetidas dos veces) y Figueroa (en campo de oro, cinco hojas de higuera de sinople dispuestas en sotuer). Podemos interpretarlo como remate o cuerpo superior de una columna o pilar, a la que el espectador le podía dar la vuelta como demuestra el hecho de que la visión de la heráldica exige la circunvalación de la pieza. Está incompleta y dañada y originalmente pudo formar parte de una fuente de pilar central, un rollo señorial o un elemento similar.
La identificación de los dos apellidos aludidos, uno de ellos duplicado, nos remite al VII Marqués de Priego, Luis Fernández de Córdoba-Figueroa y Fernández de Córdoba, que fue titular de dicho título nobliliario entre 1665 y 1690. A falta de un estudio de la pieza desde la perspectiva de la historia del arte, parece menos probable su adjudicación al IV Marqués de Priego, Pedro Fernández de Córdoba-Figueroa y Fernández de Córdoba, titular del marquesado entre 1574 y 1606, dados algunos rasgos evolucionados que presenta, como el uso de la policromía pétrea y el recurso a las incrustaciones.
Varios: Se ha recuperado también una miscelánea de objetos diversos, elaborados con distintas materias primas, de múltiples funciones y diferente estado de conservación, generalmente fragmentado: clavos de hierro, cuchillos (hierro), pasador en T (bronce), estribo de jinete (hierro), hebillas (cobre y aleaciones), dado de hueso, recipientes de vidrio, piedras de chispa (sílex tallado), lupias de forja (hierro), horno y restos de colada (cobre y aleaciones), piedras de afilar (arenisca), piedras de molino, etc. que nos aproximan a la vida cotidiana de los siglos XVI y XVII desde diversas perspectivas: materiales, económicas, lúdicas, comerciales, industriales, etc. Alguno de estos objetos es sin duda singular, como una pequeña rueda de un engranaje de un ingenio mecánico, probablemente un reloj, decorada con motivos esmaltados de peltas blancas y negras.
El estudio pormenorizado de todos estos objetos supondrá una aportación especialmente significativa a la cultura material del Antiguo Régimen en Priego de Córdoba y, en menor medida, a los momentos finales de la Edad Media. Y el aljibe, tras su acondicionamiento, podrá ser visitado y ampliar el recorrido monumental del edificio conservado más antiguo de Priego de Córdoba, su castillo.
Imagen: Escudo de los Fernández de Córdoba (Marquesado de Priego), uno de los objetos recuperados más singulares.
Textos y foto extraida del periódico digital "Priego Digital" del día 30 de Julio de 2015.